Hay muchas
personas que confunden la eficiencia con la eficacia, y por lo general utilizan
los dos términos como si tuvieran el mismo significado. Es bueno aclarar que la
eficiencia no es lo mismo que eficacia, en virtud de que mientras la segunda
procura solo el logro de los objetivos y metas, la primera busca lo mismo pero
valiéndose del uso mínimo de recursos.
Tenemos,
entonces, que la eficacia sólo tiene que ver con el fin, mientras que
eficiencia toma en cuenta los medios.
Como
dijimos ya, se puede ser eficaz sin ser eficiente.
Ahora
bien, en el orden empresarial, es imperativo el logro de la eficiencia si se
quiere alcanzar la excelencia.
¿Cómo se
alcanza? Pues teniendo en cuenta algunos factores, en primer lugar, a las
personas. No se puede pasar por encima de ellas por el solo hecho de querer
alcanzar unos objetivos a costa de lo que sea.
Se debe
potenciar un modelo empresarial en el que las interacciones que se producen
entre los miembros de la organización, se sustenten en la confianza. Esto debe
ser un motor de toda institución.
Es preciso
mantener el compromiso con y de las personas, sobre todo en aquellos negocios
en los que el capital humano es fundamental.
Hay que
garantizar dentro de las organizaciones se definan perfectamente los roles de
cada quien, el establecimiento de funciones es primordial, así como el fomento
de la colaboración y la gestión y promoción del talento.
Todos
estos aspectos deben estar contemplados en cada área de la empresa o
emprendimiento, vigilando la rigurosidad de su cumplimiento.
La mayor
productividad de toda empresa está dada por el mejor aprovechamiento del
tiempo, la mayor calidad de la actividad realizada y la eficiencia positiva.
La
eficiencia empresarial tiene como sustento el rendimiento y la productividad,
factores que sólo se alcanzan cuando se adoptan buenas decisiones y se cumple
el trabajo de manera rigurosa. Esto necesita de compromiso colectivo.
La
eficiencia es opuesta a la improvisación y a la suerte. El azar no tiene
cabida. Requiere, por el contrario de profesionales competentes, una cultura de
empresa sostenible, pensamiento unificado y buenos hábitos laborales y
disciplina.
Una
empresa eficiente se caracteriza porque crea valor y por la generación de
riqueza; define claramente sus objetivos y metas; es sistemática en la
aplicación de los procesos y sistemas; por la preocupación por solucionar los
problemas de la clientela; por diseñar planes de desarrollo permanentemente;
por su efectiva motivación laboral; por la promoción del talento.
Ahora, una
vez alcanzada la eficiencia, la empresa debe trabajar por permanecer en esta
escala y, obviamente, seguir creciendo.
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