Por
Raúl Gorrín.- Las organizaciones deben levantarse
sobre pilares sólidos para que sean sanas y tengan perdurabilidad. Tres son los
sostenes fundamentales de toda empresa o emprendimiento: la ética, la productividad
y la competitividad.
Tenemos que subrayar que la ética es un
elemento que nunca puede dejar de estar presente en las organizaciones, es
vital y debe reflejarse en la estrategia, en lo táctico y en lo operativo.
Todos los que integran la organización, desde el más alto directivo hasta el
más humilde de los trabajadores debe exhibir un comportamiento ético que invite
a la colectividad a sentir confianza en dicha empresa o emprendimiento.
Esto es garantía de una gestión
transparente, sustentada en valores y principios innegociables que no respondan
a factores como la conveniencia o el oportunismo.
La ética garantiza la pervivencia de las
organizaciones por cuanto el colectivo en el que están circunscritas confía en
ellas y en la honestidad de sus manejos y comportamientos.
La ética debe fomentarse entre los
integrantes de la organización, es una conducta que hay que cultivar en quienes
ingresan a ella y que hay que preservar en quienes se mantienen en su seno.
La ética no está reñida con la productividad
y el rendimiento empresarial. Pueden ir perfectamente de la mano y es
recomendable que así sea.
Del mismo modo, el comportamiento ético es
clave para la competitividad empresarial.
La competitividad empresarial debe ser
sana, seria y responsable, pues de ninguna manera debe entenderse como el deseo
del perjudicar al otro.
Es preciso forjar una cultura ética
organizacional y para ello es menester establecer un compromiso de la gerencia
con asignación de recursos, sensibilizar y concienciar a los integrantes de la
organización sobre la necesidad de un comportamiento ético.
Las organizaciones saludables son aquellas
con prácticas éticas institucionalizadas que promueven la productividad y las buenas
relaciones entre equipos de trabajo, los clientes, los proveedores y, en
general, todos los que intervienen en los procesos que se llevan a cabo en su
seno.
La imagen pública de las organizaciones
levantada sobre principios éticos es la mejor carta de presentación de las
empresas o emprendimientos ante el público.
Ganar dinero éticamente debe ser la
política y la meta de toda organización que se precie de seria y que pretenda
mantenerse en el tiempo.
Los actos sin ética en contra de clientes,
proveedores, la competencia y los colaboradores, no pueden ser permitidos bajo
ninguna premisa por los cuadros directivos, quienes están obligados a aplicar
las sanciones necesarias para corregir este comportamiento cuando se produzca y
garantizar que no vuelva a ocurrir en el futuro.
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