Por Raúl Gorrín.- Aunque
aparentemente el coach sea un oficio que surgió hace apenas unas décadas, lo
cierto es que sus orígenes nos remiten a las primeras sociedades, cuando los
miembros más experimentados de una cultura se encargaban de la formación y la
capacitación de los que se iniciaban en el conocimiento del mundo.
Muchos de nosotros pensamos que los coach son
psicólogos que han dejado su consulta para ejercer su profesión en empresas y
otras instituciones. Creemos que no existe una gran diferencia entre las dos
profesiones. Sin embargo, dichas diferencias no sólo existen, sino que, al
mismo tiempo, marcan el carácter mismo del coaching, cuyo principal objetivo es motivar a sus participantes y sacar lo mejor de ellos en
el plano individual o profesional.
Mientras que un psicólogo se ocupa de las emociones y de la salud afectiva y mental,
a veces incluso desde un enfoque clínico. Busca las causas de los problemas y
realiza una radiografía genérica del estado de las personas. Aunque comparten
varias cosas, al coaching sólo le interesan elementos puntuales de esa
radiografía, como por ejemplo la autoestima y el nivel de motivación, entre
otros. ¿Pero en qué nos ayuda un coach?
En el plano práctico, es un observador activo. Su labor consiste en cuestionarnos,
interrogarnos y buscar las causas de una situación o estado de ánimo, aunque
evitando sacar conclusiones por su cuenta. Seremos nosotros mismos quienes lo
hagamos y a través de un proceso dinámico entre las dos partes. Se encarga de
mostrarnos el camino.
Otras de sus principales funciones se pueden es que
también nos ayuda a fijar metas
individuales o profesionales. El coach no dice lo que debemos hacer
o no. Simplemente, nos da pistas sobre el camino más adecuado que debemos seguir
en cada caso. No hay jerarquías ni él es la autoridad.
Nos proporciona un
enfoque claro. Tomando como referencia las expectativas de cada uno
de nosotros en el proceso de coaching, que
nos ayudará a descubrir el enfoque profesional o individual. Nos convierte en mejor persona. La
motivación es la herramienta más empleada por un coach para identifiquemos las
fortalezas que tenemos como personas y, a partir de ahí, alcancemos sus metas
en cualquier otro campo.
Fomenta el aprendizaje
continuo. El coach sabe que todo es un proceso. El
aprendizaje nunca termina, sea del tipo que sea. Nos motiva a descubrir nuevas habilidades. Cuando
la relación entre el coach y nosotros alcanza cierto grado de compenetración,
es posible incluso que el ejercicio sirva para descubrir una habilidad, talento
o destreza de esa personalidad que hasta el momento había permanecido oculta en
nosotros.
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