Por Raúl Gorrín.- La oferta laboral que se da gracias a la apertura de nuevas empresas que requieren de profesionales capaces y de mano de obra calificada para cumplir con los estándares solicitados por el mercado, va en aumento y genera el efecto de rotación, la poca permanencia y la fuga de talento en muchas empresas.
La seguridad que ofrece un trabajo está relacionada con un sueldo que permita al empleado enfrentar sus necesidades; sin embargo, esto no garantiza la permanencia ni la estabilidad laboral, mucho menos, en un entorno con una alta oferta de empleo.
Contratar a un individuo, pagarle un sueldo y decirle lo que tiene que hacer no genera más que un trabajo rutinario y monótono. Los empleadores, en muchas ocasiones, perdemos de vista que un trabajador motivado por alcanzar metas, obtener reconocimiento y formar parte de un equipo en un ambiente laboral agradable, seguramente se comprometerá más con la empresa y generará una lealtad hacia esta que no tiene precio.
Las causas por las cuales una persona se incorpora a una compañía no son las mismas por las que se queda ni por las que eventualmente decide irse. Algunos de los factores atrayentes son la posición, el sueldo y la estabilidad en la compañía; pero el estilo de liderazgo, la comunicación, el crecimiento laboral pueden llegar a ser factores expulsores.
Expertos en manejo de talento humano opinan que el 50 % de las razones de por qué un empleado se va de una empresa están relacionadas con el jefe. Por lo tanto, los trabajadores no renuncian a la empresa, renuncian al jefe. Por eso, el desarrollo de los mandos medios es crucial para generar el compromiso del personal.
El enfoque de la gestión del talento va más allá de atraer a los mejores perfiles. Deberíamos crear espacios donde los trabajadores descubran sus potencialidades, se sientan valorados y su empleo tenga un sentido.
La planificación estratégica empresarial está relacionada con el clima laboral: las personas se vinculan con el rumbo del negocio y alinean sus comportamientos a los valores que distinguen a su lugar de trabajo. Al tener un panorama claro de las actividades que desempeñan, los empleados tendrán mayor probabilidad de responder de manera exitosa y cumplir las expectativas que tenemos para ellos.
Una exitosa consultora lo ejemplifica de la siguiente manera: “Imaginemos que organizamos una fiesta para nuestros mejores amigos, ¿de qué dependerá que sea o no la mejor fiesta de su vida? La comida y la bebida no son lo más importante, lo que importará más será a quién invita y qué hace para lograr un buen clima”.
Es aquí donde cobra importancia el contrato emocional. La venta constante de la compañía a sus trabajadores o nuestros clientes internos no debe realizarse por medio de eventos aislados, sino a través de una estrategia a mediano y largo plazo para el fortalecimiento de una cultura organizacional que diga “me importas”.
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