Por Raúl Gorrín.- La eficacia social tiene su origen en el
éxito económico que es donde se produce la ganancia producto de la actividad
que genera empleos. Los beneficios obtenidos de la actividad económica son la
materia prima para extender lo alcanzado a otras instancias de la sociedad.
Estamos hablando de que hay que acabar con la creencia que
durante años ha pretendido hacer ver la actividad empresarial como algo malo,
casi demoníaco. El humanismo empresarial ha demostrado que hacer negocios no es
una actividad egoísta, sino que puede brindar réditos no solamente al
empresario sino también a los trabajadores y a la sociedad donde está enclavada
la organización.
Hacer empresa puede y debe ser una actividad que beneficia
no solamente al empresario, sino a la sociedad entera y para ello solamente es
necesario imprimirle un carácter humanista y altruista.
Esto no significa que el empresario vaya a poner por delante
de sus intereses los intereses de los demás, pues de lo contrario no habrá
ganancias y sin beneficios se acaba el negocio y no es posible compartir los
réditos con los trabajadores y la sociedad.
Sin ganancias las empresas fracasan y tienen que cerrar sus
puertas. Y esa no es la idea sino construir una relación ganar-ganar entre
empresario, trabajador y sociedad. Todos beneficiándose de la actividad
empresarial, ayudar al otro no por encima de uno mismo, sino como a uno mismo.
Cuando el hombre, por su propia naturaleza, hace el esfuerzo
por sobrevivir, entiende que esta es una actividad que no se puede llevar a
cabo en forma solitaria sino en compañía de otros seres humanos. Esto establece
un principio de ayuda mutua en el que los inddividuos, sin abandonar la
búsqueda de su satisfacción personal, comparte con los otros con miras a crear
y crecer.
Cuando estos principios se aplican al mundo de los negocios
es conveniente aplicar una estrategia humanista que con basamento en la
justicia, la honestidad, la fraternidad, entre otros valores, permita desarrollar
empresas en las que no únicamente prive el interés personal sino el colectivo.
Se logra la ansiada productividad y rentabilidad, pero los
réditos de estas no se dirigen únicamente al bolsillo del empresario, sino que
este destina parte de sus ganancias a beneficiar a quienes lo acompañan en la
actividad empresarial y a la sociedad en la que tiene asiento.
En el humanismo empresarial gana el empresario, gana el
trabajador y gana la sociedad.
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