Por Raúl Gorrín.- En la serie de artículos que venimos
publicando sobre la sofrología, hoy nos referiremos a la psiconeuroinmunología
que es la rama más nueva de la medicina que sostiene que las creencias del
individuo sobre su entorno, sobre sus sensaciones y sobre sí mismo, forman
reacciones que no solamente son psíquicas, sino también electrobioquímicas
llamadas emociones.
Estas reacciones o emociones viajan en el organismo a través
de dos vías: una eléctrica que es el sistema nervioso central, y por las
hormonas a través de la sangre como transporte. Estas dos vías van directo a un
solo sitio: las glándulas suprarrenales que se ubican arriba de los riñones y
que son las que producen el cortisol y la adrenalina. Dependiendo de la
intensidad o emoción las glándulas suprarrenales producirán exceso de estas
hormonas.
Debemos apuntar que el cortisol es una hormona que impide la
reproducción de los glóbulos blancos que son los agentes inmunológicos por
excelencia, son las defensas del organismo. Por su parte, la adrenalina “sube
como flecha” el azúcar en la sangre, lo que al mismo tiempo eleva la presión
sanguínea, pone a trabajar en exceso el hígado, trayendo graves consecuencias,
incluida la muerte entre ellas.
Esta disciplina ha venido creciendo y desarrollándose con
gran auge en centros de salud y universidades por todo el mundo y ha encontrado
en la sofrología una gran herramienta cuyo ejercicio es el brazo práctico de la
teoría psiconeuroinmunológica por excelencia. Y es que la gran medicina de esta
disciplina es la imaginación, es la visualización, es la relajación muscular,
para armonizar y equilibrar rápidamente el sistema de defensas inmunológico del
cuerpo.
Existen casos de remisión del cáncer y avances
significativos en pacientes con sida por la aplicación de esta disciplina.
Creemos conveniente volver con nuestra advertencia de que cuando hablamos de la
sofrología y ahora de la psiconeuroinmunología, no estamos haciendo referencia
alguna a esoterismo, espiritualismo, parapsicología, sino a ciencia pura, en la
que la concentración mental lograda a través de ejercicios sencillos y breves
que llevan al borde del sueño crean en la persona la sensación de la realidad
vivida de la que ya hablamos con anterioridad.
Durante la duermevela, o nivel sofroliminal, el cerebro
acepta todo lo positivo que se le quiera hacer aprender para que se dispare automáticamente la sensación de la
realidad vivida. Es decir, que el cuerpo se va a sentir lleno de energía, de
flexibilidad, de elegancia, y eso es salud.
Cuando la persona se enferma lo primero que pierde es la
elegancia, porque se contrae, se tensa. Un cuerpo permanentemente flexible y
elegante es difícil que se enferme, porque la elegancia y la flexibilidad del
cuerpo son los signos de un sistema inmunológico normal, fortalecido.
En la convergencia de la psiconeuroinmunología y la
sofrología encontramos una llave perfecta que contribuye a la salud y el
bienestar del ser humano.
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