Por Raúl Gorrín. En épocas de grandes cambios y complejidades en el mercado mundial, los empresarios se enfrentan al dilema sobre qué enfoque tomar, cómo hacer las cosas para cumplir con el objetivo -desde el punto de vista comercial- y a la vez mantener y actuar centrados en crear una sociedad orientada en los principios humanistas.
Existen mecanismos que permiten que los empresarios adopten una conducta en sus negocios y prácticas de gestión que los acerque más al ser humano. Esta perspectiva conlleva a que las empresas jueguen un papel en la sociedad como un potencial agente para el cambio positivo.
Cada vez son más los empresarios sociales que se adhieren a los modelos de acción que se basan en un mayor compromiso y motivación tanto con sus empleados y públicos internos como con los entornos que los rodean y con la sociedad en general.
Cuando se asume el humanismo como filosofía y como modelo de negocios se debe establecer una serie de metas que permitan acometer, día a día, el compromiso social y contribuir con iniciativas innovadoras en la formación de los diferentes sectores sociales, motivándolos a conseguir sus metas, a trabajar frente a las adversidades y aprender nuevas herramientas que les sirvan en su proceso de transformación productiva y personal.
Las empresas exitosas del siglo XXI se define no sólo por los términos financieros sino también por los valores humanos en sus actuaciones. En la práctica, los empresarios humanistas son personas motivadas para contribuir al cambio social. Emplean métodos comerciales para alcanzar objetivos sociales, y por lo tanto constituyen un plan de negocio humanista.
Las implicaciones de humanismo para las actividades económicas y las empresas son bien definida. Anteponer a las personas en las organizaciones empresariales permite que las empresas se beneficien enormemente de un mayor compromiso y motivación de los empleados, de sus clientes y de la comunidad en general.
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