Por Raúl Gorrín.- El éxito empresarial es una aspiración
legítima de todo emprendedor, pero ello depende de tomar las decisiones
adecuadas en el momento preciso. Eso sí, no cualquier decisión, sino aquellas
cargadas de un componente indispensable: la eficiencia.
La eficiencia es la capacidad para realizar o cumplir
adecuadamente una función.
Es decir, estamos hablando de que el empresario debe hacer
lo que tiene que hacer y, de paso, debe hacerlo bien para poder ser considerado
como exitoso.
Cuando la eficiencia es la norma, las decisiones
empresariales apuntan al aprendizaje dentro del seno de la organización, están
dirigidas al crecimiento y al desarrollo de la empresa y la gente que la
constituye.
De hecho, las organizaciones que fomentan el aprendizaje de
las personas y las desarrolla, se convierten en ejemplo y un objetivo a
alcanzar. Son empresas atractivas en las que todo profesional desea participar
y trabajar, pues sabe que allí rigen pautas que contribuirán a su crecimiento y
desarrollo.
Las empresas que otorgan facilidades a sus empleados para
estudiar y capacitarse, al tiempo que reconocen el desempeño de estos, son las
organizaciones en las que las principales motivaciones de todo trabajador se
cumplen, tales como sentirse satisfecho, alcanzar su objetivo y metas
profesionales y personales y aprender cosas nuevas.
Del mismo modo están empresas se ven altamente beneficiadas,
toda vez que logran altos niveles de innovación y sus procesos y productos
mejoran constantemente gracias a la colaboración y disposición de sus
trabajadores.
Esto es vital, pues las empresas innovadoras son las que se
imponen en los mercados pues sus productos y/o servicios se transforman
constantemente en beneficio de sus clientes consumidores.
Llegar a esto no es fácil, pues se requiere de mucho ensayo
y error y mucha actitud empresarial ante estos, pues no se juzga ni se castiga
a quien se equivoca.
Este es el modelo humanista en el que hay experimentación,
se producen errores, pero también muchos aciertos. En ellas los trabajadores pueden
hacer propuestas, algo que se convierte en una ventaja competitiva.
Y es que el factor humano es el diferenciador entre una
organización y otra, no los productos ni servicios que ofrecen. Son las
personas las que con su conocimiento y el conjunto de herramientas de tecnología e información que las
organizaciones ponen a su disposición, son capaces de crear productos y servicios
que marquen la diferencia.
Desconocer la visión humanista es tener por seguro la salida
del mercado tarde o temprano.
Y el modelo humanista es el que, sin duda alguna, propicia
la eficiencia que lleva a las organizaciones al éxito.
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