Por
Raúl Gorrín.- Existe un segmento de la población al
que se le ha dado en llamar la Generación K, un grupo de personas nacidos entre
1995 y 2000, quienes se muestran reticentes ante las marcas.
Y si bien un gran número de especialistas
en mercadeo se encuentran centrados en atender a los Millennials o Generación Y, otros estudiosos dirigen su mirada a
los jóvenes de la citada Generación K —unos 2 mil millones de personas en todo
el mundo— para tratar de captar su atención y convencerlos de las bondades del
mercado.
Son personas muy involucradas con
personajes de películas y sagas literarias, de hecho, la letra K de su nombre
obedece a la inicial del protagonista de
“Los juegos del hambre”: Katnis Everdeen.
Este grupo de personas está muy marcado por
la tecnología, la crisis económica, el calentamiento global y el terrorismo y
de allí su desconfianza para con los gobiernos y también en el mercado,
especialmente en las marcas.
Para las empresas y emprendimientos es de
suma importancia atender a este grupo social por cuanto representan un
porcentaje muy alto del consumo.
Atraerlos, entenderlos y convencerlos, es
por tanto una misión muy importante para las organizaciones. Para ello deben
desarrollar estrategias especiales, diferentes a las que se llevan a cabo para
atender al común de las personas, por cuanto es una población escéptica con
respecto a las marcas.
La Generación K, la generación desconfiada,
quiere que las marcas les ofrezcan una serie de facilidades, que les den
respuestas rápidas y efectivas, que les faciliten los envíos y el pago y, de
paso, le brinden un servicio esmerado. Quieren unas marcas constantemente
actualizadas en las redes sociales que les brinden la información que ellos requieren
y lo hagan a tiempo.
En términos económicos, la Generación Millennials se encuentra mejor
posicionada que la Generación K, tienen más posibilidades, mayor holgura de
recursos. Pero por su número nada despreciable, la Generación K es un nicho al
que las organizaciones y las marcas deben dirigir la mirada si quieren
incrementar sus ventas e ingresos.
Eso sí, deberán hacer un esfuerzo titánico
para convencerlos y tomar en cuenta su preocupación por los problemas que
agobian al mundo. Los miembros de esta generación son generosos, solidarios y
creativos, pero también solitarios.
Por tanto, corresponde a las marcas apuntar
a los mismos objetivos de los K, por lo que la responsabilidad social debe
erigirse como un punto de honor para las organizaciones. Los jóvenes K quieren
marcas que apuesten por productos locales, por productos cada vez más
saludables y con menos conservantes y que para salir al mercado no sean
probados en animales.
En la medida en que las marcas asuman
actitudes de este tipo, pues mayor identificación y sensibilidad obtendrán de
la Generación K.
Para la Generación K el respeto es
fundamental y por ello quieren marcas preocupadas por la forma cómo desarrollan
sus ventas, las cuales no pueden ser a costa de lo que sea, sino desarrollarse
de manera responsable con la sociedad y el medio ambiente.
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En el caso de supermercados como HEB, captar la atención de la Generación K representa un reto y una oportunidad estratégica. Este grupo, marcado por el escepticismo hacia las marcas, valora profundamente la sostenibilidad, la responsabilidad social y la transparencia. Para conectar con ellos, se podría fortalecer su enfoque en productos locales y saludables, reducir los conservantes en sus marcas propias y priorizar envases biodegradables o reciclables. Además, destacar iniciativas de apoyo a la comunidad y sostenibilidad ambiental a través de campañas claras y auténticas en redes sociales sería clave. También es fundamental optimizar la experiencia de compra digital, asegurando entregas rápidas y métodos de pago eficientes, áreas muy valoradas por esta generación tecnológica. Al alinear sus valores corporativos con las preocupaciones de la Generación K, se puede no solo ganar su lealtad, sino también consolidar su posición como un supermercado ético y responsable.
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